domingo, 17 de junio de 2012

Corsarios de Levante



Durante casi dos años serví con el capitán Alatriste en las galeras de Nápoles. Por eso hablaré ahora de escaramuzas, corsarios, abordajes, matanzas y saqueos. Así conocerán vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado también en los mares de Levante. Contaré que el diablo no tiene color, ni nación, ni bandera; y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran menester más que un español y el filo de una espada. En eso, como en casi todo, mejor nos habría ido haciendo lo que otros, más atentos a la prosperidad que a la reputación, abriéndonos al mundo que habíamos descubierto y ensanchado, en vez de enrocarnos en las sotanas de los confesores reales, los privilegios de sangre, la poca afición al trabajo, la cruz y la espada, mientras se nos pudrían la inteligencia, la patria y el alma. Pero nadie nos permitió elegir. Al mejor, para pasmo de la Historia, supimos cobrárselo caro al mundo, acuchillándolo hasta que no quedamos uno en pie. Dirán vuestras mercedes que ése es magro consuelo, y tiene razón. Pero nos limitábamos a hacer nuestro oficio sin entender de gobiernos, filosofías ni teologías. Pardiez. Éramos soldados.

En la sexta entrega de las aventuras de nuestro capitán, Iñigo de Balboa, nuestro narrador, ya es un joven de 17 años que va en galeras por los mares de Levante junto a Alatriste luchando contra todos ya sea por ganar un botín o por salvar la vida. En este volumen, quizás hay que destacar dos cosas importantes. La primera es que no tenemos apenas noticias de Angélica de Alquezar, solo por una carta, y la segunda que se produce un enfrentamiento entre los dos personajes, Iñigo y el Capitán. Una aventura interesante en la que se reencuentran con viejos amigos y vemos una cara distinta y más madura de Iñigo. 

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